Elegante 'el loco Clinclin'
siempre vestido de fiesta,
así lo llamaban los niños
burlándose sin compasión.
La ira pintaba de rojo
su demacrado semblante
y protestaba indignado
farfullando entre dientes.
De alta y delgada figura
barba y largos cabellos
de muy elegantes modales
siempre gentil y sonriente.
Caminaba por las calles
sin afán día tras día
un saco con sus tesoros
acarreaba en su espalda.
Con gran solemnidad
repartía bendiciones
como cura de calle
sin iglesia y sin fieles.
Secretos tenía guardados
en su mente trastornada,
en su alma profundas penas
delirios y sinsabores.
Ha pasado tanto tiempo
y aún recuerdo al hombre
que recorría las calles
y bendecía a la gente.